Casi 40 grados de calor en vísperas de Navidad del año 2021, con cámara en mano, mochila repleta de agua y repelente contra los mosquitos, me embarqué en una salida fotográfica aparentemente rutinaria, la última de ese año.
Sin embargo, lo que ocurrió en el interior del monte cambió por completo la naturaleza de ese día.
En medio de la sofocante temperatura, me encontré cara a cara con Mocombo, un Urutaú (Nyctibius griseus). Pero no estaba solo en esta experiencia.
Mi amigo Pablo Alberdi me acompañaba. Fue él quien, poco después, notó algo sorprendente debajo de esta magnífica ave: un huevo.
Así se inició la historia de Mocombito, el pichón de Urutaú.
Este hecho marcó el primer registro exitoso de nidificación de esta especie en la zona de Villa María, Córdoba. Además, este registro representó el punto más austral en la distribución conocida de estos animales.
Inicialmente, experimentamos asombro, alegría y una sensación de responsabilidad. Nos embarcamos en una investigación exhaustiva del evento que habíamos presenciado.
Esta no fue una simple salida fotográfica; habíamos logrado un hallazgo innovador, digno de ser compartido con los expertos para su inclusión en los registros científicos y ornitológicos.
Ya he relatado este evento en mi blog, y posteriormente creé algunos videos en YouTube. La repercusión fue tal que numerosas personas se acercaron para conocer a Mocombito, provenientes de todas partes de la provincia e incluso de otros puntos del país.
Con Pablo, decidimos redactar un borrador para que se publicara un artículo en una revista especializada en el tema. Envié este borrador a Aves Argentinas, y fue entonces cuando el departamento científico mostró interés en el registro.
Comenzamos a ajustar el texto, siguiendo el riguroso formato de publicación científica. Esta tarea no resultó sencilla, como bien saben los expertos en cualquier campo de la ciencia natural.
Si no hubiera sido por Ana Guzmán, Ingeniera en Biología, quien se unió al grupo de avistadores locales, jamás habríamos podido llevar los borradores a un nivel de corrección y precisión que excedía mis propias capacidades y limitaciones de tiempo.
Hoy, aproximadamente 20 meses después del avistamiento, y un año después de intentar obtener la aprobación del registro para su publicación en una revista científica, finalmente tenemos una historia para contar.
Recientemente, recibí un correo electrónico de Aves Argentinas, una entidad miembro de Bird Life Internacional, anunciando la publicación del artículo en la revista “Nuestras Aves”.
Las primeras líneas de dicho artículo dicen lo siguiente:
“ESTE TRABAJO HA SIDO REVISADO POR PARES Y POR UN COMITÉ CIENTÍFICO, Y HA SIDO ACEPTADO PARA SU PUBLICACIÓN …”
Lo que comenzó como una simple excursión para celebrar las festividades y añadir un último recuerdo al año, terminó siendo evaluado por un comité de científicos.
Es para mí un honor. Aunque siento que la camiseta de ornitólogo me queda grande, estoy profundamente feliz.
He logrado contribuir mi nombre a la historia de una ciencia maravillosa y, al hacerlo, me he sumado a un nicho distinto en mi vida ecléctica y errante, en la que he abordado diversas actividades y especializaciones con más pasión que conocimiento.
Gracias a todos los que permitieron el registro, seguimiento y la publicación.
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