Cartagena de Indias es uno de los destinos más visitados de Colombia, y no es para menos.
Su ciudad amurallada conserva un encanto colonial que enamora a cualquier viajero.
Caminar por sus calles empedradas, rodeadas de casas coloridas con balcones llenos de flores, es como retroceder en el tiempo. Es, sin duda, lo más destacado de cualquier visita a la ciudad.
Además de su arquitectura e historia, Cartagena ofrece playas con aguas cálidas, aunque con una advertencia: la presencia insistente de vendedores ambulantes puede ser incómoda si no se marca un límite claro desde el inicio.
Es importante estar atentos para evitar malentendidos o cobros excesivos.
Uno de los imperdibles es el Castillo de San Felipe de Barajas, una imponente fortaleza que ofrece una vista panorámica de la ciudad. Es ideal para quienes disfrutan de la historia y la fotografía.
También vale la pena conocer el barrio de Bocagrande, una zona moderna, con muchos edificios altos, hoteles y restaurantes.
Su estilo recuerda a ciudades como Miami, con el agregado de una buena oferta gastronómica, seguridad y casas de cambio confiables.
Otro punto fuerte del viaje fue el barrio de Getsemaní, ubicado dentro del casco antiguo.
Es un sitio lleno de vida, con arte urbano, bares, música en vivo y ferias artesanales.
Si se visita por la noche, conviene tomar algunas precauciones como no usar el celular en la calle y cuidar los objetos personales, ya que puede haber oportunistas, aunque no suele haber violencia.
En los alrededores de Cartagena, uno de los paseos más promocionados es la Isla de Barú, pero en nuestra experiencia no lo recomendamos.
La playa estaba sucia, los precios eran excesivos y no vimos una buena organización para el turismo. Sentimos que se abusa del visitante, y por eso creemos que hay otras alternativas mejores.
En cambio, una excelente opción poco conocida es Coveñas, una localidad más tranquila y en desarrollo.
Desde allí también se pueden visitar las Islas del Rosario, con aguas cristalinas y paisajes que parecen tarjetas postales de mar azul.
Aunque todavía tiene cosas por mejorar en infraestructura, su autenticidad y tranquilidad lo convierten en un destino con mucho potencial.
Cartagena es una ciudad que vale la pena visitar con tiempo, prestando atención a los detalles y eligiendo bien qué experiencias priorizar.
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