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Una experiencia transformadora en Tailandia gracias a un guía local

Hay momentos en los viajes que no se planean. No aparecen en las guías, no se reservan por internet. Simplemente suceden. Y se quedan con nosotros para siempre.

Tailandia, una experiencia transformadora
Viajar a Tailandia, una experiencia transformadora

Así comienza esta historia, con un recuerdo tan poderoso como inesperado: un masaje tailandés auténtico, recibido en un centro de reinserción social atendido por mujeres privadas de libertad.

Esta experiencia, que podría parecer poco convencional, resultó ser uno de los momentos más transformadores de mi viaje por el sudeste asiático.


Manos que liberan: un masaje tailandés en Chiang Mai

Chiang Mai, en el norte de Tailandia. Allí funciona un centro de masajes atendido por mujeres privadas de libertad y ex internas, como parte del Programa Lila de reinserción social.

Un espacio donde aquellas que cumplen condenas por delitos menores y demuestran buena conducta pueden comenzar de nuevo: formarse como manicuristas o masajistas y prepararse para una vida distinta.

Un lugar donde lo terapéutico se entrelaza con lo profundamente humano y transformador.

Hay experiencias que parecen salir a nuestro encuentro. Esta fue una de ellas.


Durante mucho tiempo soñé con llegar a Tailandia para probar un masaje tailandés auténtico. Imaginaba un spa impecable, con aromas sutiles y manos expertas.

Una mañana, mientras caminaba por las callecitas de Chiang Mai —entre templos, mercados atestados y aromas que hacían rugir el estómago—, mi guía me propuso algo inesperado: recibir un masaje en el Centro de Rehabilitación de Mujeres del Servicio Correccional de la ciudad.

La idea me desconcertó. ¿Un masaje hecho por mujeres presas? ¿Me sentiría cómoda? ¿Sería seguro? Dudé.

Pero algo más fuerte me impulsó: la intuición de que allí se escondía una vivencia única.

Naree Thai Massage Vocational Training Center
Naree Thai Massage Vocational Training Center

No sería el lujoso spa de Bangkok. Sería otra cosa. Tal vez más real.


Llegué pasado el mediodía. Desde fuera, el lugar parecía una casa común: sencilla, apacible, con macetas desgastadas y un cartel discreto.

Dentro, reinaba una calma auténtica. Camillas bajas, colchones, mujeres con uniformes pulcros y sonrisas suaves. Me recibió Mai, mi masajista.

No hablamos mucho: el idioma era una barrera. Pero su gesto era cálido, su mirada clara. Me entregó una bata, un pantalón liviano, pantuflas, y me indicó dónde cambiarme.

No sabía que el masaje tailandés se realiza completamente vestido, sobre una camilla baja o incluso en el suelo.


Sin cremas ni aceites. Solo presión, estiramientos, torsiones y una conexión cuerpo a cuerpo que roza lo sagrado.

Entonces comprendí por qué esas mujeres menudas, de cuerpos delicados, tienen esa fortaleza que parece nacer del centro del pecho.

Entramos a una sala inmensa, con casi treinta camas, impregnada por una esencia floral suave y envolvente. Me recosté. Cerré los ojos. Y me entregué.

Las manos de Mai no solo ejecutaban una técnica ancestral: transmitían algo más profundo. Tal vez dignidad. O deseo de redención. Tal vez simplemente presencia.

Durante esa hora no hablé. Solo sentí. Y mientras ella trabajaba sobre mi cuerpo, yo pensaba en los prejuicios, en las segundas oportunidades, en el valor de romper etiquetas.

Pensaba también en la sonrisa tailandesa: esa que tantas veces creemos sinónimo de felicidad, cuando en realidad puede ser respeto, resignación, paz o dolor contenido.

Al terminar, Mai me miró con dulzura y se inclinó. Me entregó una tarjeta para calificar su trabajo. En un tímido inglés me pidió: “Five, please”.

Le devolví la reverencia y la promesa de su merecido cinco. Ella aplaudió con alegría sincera. En ese gesto, algo sagrado pareció revelarse.

En el jardín de entrada, otras chicas nos esperaban con té especiado, servido como una ofrenda silenciosa por habernos dejado cuidar.

Salí liviana. No solo me habían desatado nudos del cuerpo. Algo dentro de mí también se había suavizado.

Chiang Mai - Tailandia
Chiang Mai – Tailandia

Tal vez los viajes sean eso: caminos donde no solo se anda con los pies ni se mira con los ojos. Son viajes que se sienten con el alma entera, y se guardan en el corazón.

¿Querés vivir una experiencia única en Tailandia?

Esta experiencia se dió de manera espontánea, como muchas cosas que suceden en los viajes.

Pero si estás pensando en recorrer un destino como Tailandia —con sus contrastes, su idioma tan distinto y una cultura tan rica como compleja—, es clave contar con una buena planificación.

Contar con el respaldo de una agencia de viaje en Tailandia con presencia física en el país, hace toda la diferencia.

No solo por comodidad, sino también por seguridad, acompañamiento y acceso a propuestas auténticas como esta.

Una agencia local puede ayudarte a descubrir experiencias reales, fuera del circuito turístico, pero con la tranquilidad de que todo está bajo control.

Viajar a Tailandia
Viajar a Tailandia

Un dato más, este programa de formación en el correccional de Chiang Mai fue reconocido por la UNESCO como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.


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