Eran las 21:30 hs pasadas de la noche del domingo y todo parecía que el fin de semana estaba terminado y que sólo restaba de ver algo en Netflix, ir a dormir y empezar una nueva semana.
Pero me llamó el amigo pajarero Pablo Alberdi y me dice… Estoy viendo a un Ñacundá, venite, traé linternas y una cámara con flash.
A la búsqueda del Ñacundá – Chordeiles nacunda
Preparo el equipo y le digo a mi señora… “Me voy, apareció una ave rara, de la cuál no tenemos registro en la zona en el grupo”
- – Pero son las 10 de la noche! ¿En qué andás vos?
- – Estamos en Emergencia fotográfica, así es la vida del fotógrafo de aves, mañana podría no estar ahí el ave….
Y salí rumbo al norte de la vecina ciudad de Villa María, en el centro de la provincia de Córdoba, a una posición del GPS que me indicaba una demora de 28 minutos a ésa hora de un domingo.
El Ñacundá es un ave de la familia Caprimulgidae, del grupo de los “atajacaminos”
De hábitos nocturnos y de un camuflaje que lo hace invistible en pastizales secos o piedras, aunque a éste señor se le cantó “Piedra Libre” por estar fuera de lo que sería su hábitat “normal” en la naturaleza.
El Ñacundá apareció en una zona semiurbana, aunque en realidad de seguro estaba dentro de su territorio, un monte que ahora es parte de un loteo en formación con manzanas y calles de cemento iluminadas.
El loteo está cercano al campus de la Universidad de Villa María, se nota que antes allí había un monte.
Al caminar por los lotes buscando al ave, se podían ver los brotes de árboles Algarrobos que están queriendo resurgir.
Es triste ver como la naturaleza intenta recuperarse, pero tarde o temprano alguien va a comprar ésos lotes y les va a construir encima.
Después nos quejamos que hace pocos días atrás hicieron 43 grados de calor, todo por el famoso “progreso de la ciudad”.
Las luces de la calle iluminaban las partes blancas del Ñacundá en vuelo y con Pablo utilizando nuestras linternas tratábamos de ver dónde y cuando se posaban en el suelo.
Nos llevó un buen rato lograr alguna foto decente, es que andaban unos perros sueltos atraídos por nuestra presencia y las linternas.
Ellos contentos con un nuevo juego, espantar cualquier Ñacundá que intente aterrizar en el piso.
Los perros felices pero a nosotros ya no nos quedaban leguajes ni dialectos para insultarlos.
Finalmente, la paciencia rindió sus frutos.
¿Conocían a la especie?
